Bien entrado el siglo XIII las pieles se prohíben los dominicanos lanzan una cruzada moral contra el fasto terrenal asocian
a las pieles con brujas y con el Diablo, a quien algunos entendidos pueden
reconocer con facilidad bajo el aspecto de uno de ellos: un macho cabrío, un
perro o un gato negro. Ante el despiadado ataque de esta orden de proverbial
rigidez, los animales de piel caen en desgracia.
En las noches de luna llena las hechiceras se convierten en zorras, lobas y
hasta en gatas, si bien estas metamorfosis tienden a producirse en medios
rurales. Las pieles quedan rigurosamente prohibidas a toda persona honrada, a todo
buen cristiano. En esa época se quemaban a todos los perros y gatos con lo que
las ratas crecieron y se multiplicaron por doquier.
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