Tras la caída del Imperio Romano, las
invasiones bárbaras dejaron poco espacio para el arreglo del cuerpo, además la
cristianización de Occidente pone de moda la austeridad y el pudor por lo que
los cuidados de belleza caen en desuso. Aunque los baños no están bien vistos
no desaparecerán del todo ni tampoco los cosméticos. Más adelante los cruzados
trajeron de Oriente costumbres de origen musulmán como el uso del antimonio y
los ungüentos y algunas mujeres recuperaron la preocupación por el cuerpo.
Para su depilación la dama se aplica sobre el cabello que quiere depilar una
mezcla de oropimente (sulfato de arsénico) y de cal viva o cal hervida en
aceite.
El cuidado personal llegó a considerarse indigno, las mujeres cubrían su cabeza
con velos en señal de sumisión, gracias a la influencia árabe poco a poco
volvieron a interesarse en la cosmética.
En este siglo predominó la piel pálida, que se convirtió en símbolo de
bienestar económico y social, ya que las personas adineradas eran las que
podían adquirir maquillaje color rosa. Las mujeres llegaban a producirse
hemorragias para conseguir una piel blanca.
Destacaron los trenzados en el cabello, verdaderas obras de arte. Las jóvenes
solteras podían colocarse en la cabeza la corona virginal, compuesta por
flores.
Había ungüentos y cremas de manteca de cerdo, aceite de oliva, leche de
almendra, lociones hechas con plantas maceradas o hervidas en vino, tintes de
cabello y perfumes a base de almizcle. Había recetas para prevenir las arrugas,
curar herpes, para blanquear los dientes, etc. Cosméticos producidos con grasas
de animales mezclados con mirra. Para abrir los poros utilizaban compresas
calientes, después le aplicaban barro hasta que se secaba.
En la edad media del 500 al 1.500 el cabello era símbolo de poder y riqueza.
Las leyes medievales dictan que el arrancar la barba o parte de ella está
castigado con fuertes multas o castigos corporales.
En los siglos IX y X era moda generalizada el cabello corto en los jóvenes y la
barba en los mayores.
Emulando la moda francesa, los jóvenes nobles se afeitan la frente y dejan caer
los cabellos rizados por la espalda. Los cortesanos de los siglos XII y XIII
demostraban gran interés por los cabellos largos y rizados. Las puntas de los
rizos podían ir hacia adentro o afuera, llamándose en este caso el peinado de
“viruta” por asemejarse a la forma de las virutas de madera después de un
cepillado.
Las mujeres llevaron el pelo largo durante toda la Edad Media. En los siglos
XII y XIII también los llevaron rizados como los hombres. Las mujeres casadas
normalmente llevaban sus cabellos ocultos por una cofia. Desde mediados del
siglo XII, procedente de Francia, aparece la “Venda” que consiste en una venda
que se usaba rodeando la barbilla y una banda rígida rodeando la cabeza en
forma de corona.
La clase religiosa se caracterizaba por sus cabellos cortos y por la tonsura
(círculo de cabellos afeitados en la coronilla).
La caída de cabello era una gran desgracia en la Edad Media por lo que existían
muchos y disparatados medios para procurar su crecimiento: preparados de
ortigas, topos, abejas, sanguijuelas, etc.
Las tenacillas calientes también se utilizaron en este siglo, las empezaron a
utilizar los griegos.
Durante la baja Edad Media (del 1350 al 1450 aprox.) gracias al crecimiento del
comercio y el aumento de población en las ciudades, nace una nueva clase
social: la burguesía.
Se empieza a dar forma al cuerpo, estilizando la figura. Los peinados de las
mujeres evolucionan vertiginosamente, quieren lucir auténticos peinados, los
cuales exigen gran detalle y tiempo para su realización. Consistían en trenzar
el cabello basicamente, y realizaban auténticas obras de arte.
A mediados del siglo XIV termina la uniformidad de las ropas de hombres y
mujeres. Hasta entonces llevaban mantos que ocultaban las formas del cuerpo. A
partir de entonces la moda se pone al servicio de las formas. Entran los
escotes en la moda, los talles ajustados y las caderas redondeadas.
Uno de los peinados clásicos del siglo XIV consiste en dos trenzados amplios
que caen por las mejillas y adornados con una red.
En los países nórdicos, se llevan los grandes tocados de formas voluminosas que
hacen parecer la figura femenina más delicada. Al principio se llevaban sobre
las orejas pequeñas formas de cuernos sostenidas por una red. Eran muy
utilizados el tocado de aguja o hennin, el tocado turbante, que tenía un velo
cosido en la parte alta. Es clásico también el tocado en forma de “maceta”
invertida sobre la cabeza.
La depilación se realiza con piedra pómez y mezclas de extravagantes productos
(huevos de hormiga, etc.)
Solamente, las jovencitas llevaban los cabellos sueltos, y en todo caso, según
su categoría una pequeña diadema, a esta se le denominaba corona virginal.
Les gusta cambiar el color de sus cabellos pero el rojo no estaba bien visto en
la época.
El ideal de hombre de la época es el jovencito delgado y de fino talle. Los
cabellos se llevan medianos, ligeramente ondulados y a veces los cabellos
cortos en la frente y con un bucle hacia adentro. El pueblo llano estaba
obligado a llevar el pelo corto. En general, no llevan barbas, solo los señores
mayores como símbolo de dignidad y sabiduría. El largo manto, un privilegio de
las clases altas, deja paso a la falda corta: mallas para las piernas, un breve
jubón y una chupa entallada con una falda corta.
En el siglo XV, la moda masculina se torna cambiante. Las espaldas rellenas y
los hombros abuchonados hacen al hombre más esbelto, de talle más estrecho.
Llevan los cabellos cortos.
El cabello de los monjes se peina de forma radial desde el remolino hacia fuera
en todos los sentidos, se corta por encima de las orejas y alrededor de las
orejas.
A mediados de siglo, sobre todo los jovencitos, llevan la cabeza llena de
grandes rulos que se realizan con tenacillas. A veces se entrelazan con cintas
y el peinado masculino se afemina.